La brisa
del mar te envuelve,
La bruma
de la montaña te cala,
El ser
que habita en mí, renace con tu partida,
El ser
que renace en mí, palpita sin tu presencia,
El mar
se deja oír, mientras tu voz se pronuncia inexorablemente esperando que yo la
transmita a mi consciencia.
Ese ser
que ya se fue, se deleita sin mi presencia.
La estimable
brevedad de lo vivido, ya no se sentirá jamás, y no habrá nadie más que quiera
ocupar su lugar, porque ese lugar estará prohibido para siempre.
E. Daniel ( Uge)
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